Puesto que en un principio las bases para su estudio fueron los escritos
de sus contemporáneos romanos y griegos, quienes les temían y despreciaban,
cuesta reunir en una sola idea las palabras celta y civilización. Hoy sabemos
que se debe desconfiar, en lo que a nuestro tema respecta, de la fidelidad de
tales escritos, sin embargo -a despecho del monumental esfuerzo realizado durante
los primeros siglos del cristianismo por un grupo de monjes irlandeses, quienes dejaron un legado de preciosos documentos en los cuales salvaron del olvido los
antiguos dioses y tradiciones del lugar, más el trabajo de la “moderna”
arqueología que brinda localizaciones
geográficas precisas y objetos que hablan con voz contundente acerca de su
arte, religión y costumbres, y más aún, a despecho de la actual tradición oral
irlandesa, bretona y galesa-, todavía acostumbramos manejarnos con estereotipos como
escoceses rudos y mezquinos o galeses errantes. La realidad histórica dice que
los celtas tienen su origen en primitivos pueblos indoeuropeos que partiendo del cercano oriente
se sumaron a las distintas tribus nativas con las que se cruzaron en su gran
migración hacia el oeste. Es decir, ni más ni menos que el resto de las gentes
europeas, griegos y romanos por ejemplo.
Colección Grandes civilizaciones de la historia Arte Gráfico Editorial Argentino, 2008 |
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