LEYENDA
-Mitología celta
-Mitología griega
-Sanadoras en la
Isla de Sein
-Beltayne
REALIDAD HISTÓRICA
-La Biblia
-Tradición
cristiana, etimología
-Pomponio Mela
-Glastonbury:
pantanos, Enrique II
Evidentemente, para llegar a
una isla deberemos realizar una travesía por
agua. La mitología celta, como ya se ha comentado, tenía tanto a los bosques como a los cursos
de agua como puertas “al más allá” (prueba de esto son las valiosas ofrendas
que se han rescatado del fondo de diversos lagos hechas por este pueblo
ancestral para honrar y apaciguar a sus dioses). Cuando la leyenda artúrica madura y se desarrolla, para adentrarse en
sus aventuras los caballeros siempre cruzaban un bosque “más allá” del cual
está lo fantástico, lo misterioso, lo inesperado. Más allá, entonces, es un mundo distinto del nuestro, gobernado
por otras leyes instituidas por otros seres, benignos o malignos, de naturaleza
puramente espiritual, fantasmal o mágica. Dentro de la mitología celta,
“Tir na nog”, o “la isla de la eterna juventud”, ocupa un lugar de relevancia.
De modo que, no cabe duda, Geoffrey se
inspiró en la pagana idea celta de Tir na nog para crear su Ávalon, un
sitio donde nadie envejece y las heridas se restañan, un sitio del que se puede
volver, en cualquier momento de la eternidad,
joven y fuerte.
Dato
curioso: en la muy taquillera película Titanic, filmada por James Cameron en
1997, cuando el accidente con el iceberg ya se ha producido, una madre joven y
pobre, sabiendo que las rejas que le permitirían llegar a cubierta, y por ende
a los botes salvavidas, han sido cerradas, opta por dejar a sus hijos en la
cama y relatarles un cuento como si nada malo estuviera pasando. Les explica
qué es Tir na nog, el lugar donde nadie muere.
En lengua britona “aval” significaba un lugar rico en frutos, como no
podía ser de otra forma, el lugar de la
eterna juventud ha de ser aquel que no requiera esfuerzos.
Cuando la leyenda pasa a Europa
continental y comienza a escribirse en latín, a la isla de Ávalon se la llama
Insula Pomorum, que significa “la isa de las manzanas”. Con esto se logró aunar mitologías, partir del mito local
y llegar al universal ya que en la mitología griega, cuna de la cultura de
occidente, el Jardín de las Hespérides es un jardín donde crece un manzano que
fructifica en sagradas, y prohibidas, manzanas de oro.
El Jardín de las Hespérides, Fernando Caballero Guimera
Así mismo, en dicha
mitología, cuando un mortal accedía a la categoría de héroe a través del
virtuosismo guerrero, su alma no iba a parar al Orco, o Averno, o a “los
infiernos” como el resto de los mortales, sino que iba a los Campos Elíseos. Poetas como Homero,
Hesíado o Píndaro dan su propia versión del Elíseo o Islas
Bienaventuradas, de todos modos la idea que subyace y que aquí interesa es
que aquel que se distinguiera como un extraordinario combatiente no pasaría por
la muerte, sino que iba “a vivir por siempre” plenamente feliz a un lugar libre
de esfuerzos.
A un filósofo del mismo pueblo, Platón, pertenece la idea de la legendaria isla
sumergida en el mar, la isla de Atlantis, o Atlántida, isla en el lejano occidente cuyos habitantes vivían en
una eterna Edad de Oro. Al igual que procede Geoffrey con su Ávalon, Platón
describe a la Atlántida como a una isla verdadera.
Y si volvemos a la mitología
celta podemos nutrirnos con innumerables relaciones, para ejemplo basta con un
par. Primero citaremos a Conlé, hijo de un mítico rey celta a quien una
druidesa, para que tenga alimento suficiente durante el transcurso de un largo
viaje, entrega una manzana. El joven andará camino durante un mes saciando su
hambre con este único fruto. En segundo término podemos referir parte de la
maravillosa historia de Cormac Mac Airt,
uno de los más poderosos reyes celtas de los tiempos mitológicos. Su sabiduría
era tal que los dioses decidieron premiarlo invitándolo al “Otro Mundo” donde,
como muestra de aprecio y reconocimiento le obsequiaron una rama de manzano con
sus frutos. La rama era de plata, las manzanas de oro.
La relación mística no culmina
allí, en el Génesis se puede leer:
Biblia de Jerusalén
1 1-2 4
7Luego plantó Yahveh Dios un Jardín en
Edén, al oriente, donde colocó al hombre que había formado.
17más del árbol de la ciencia del bien y
del mal no comerás, porque el día que comieres de él, morirás sin remedio.
Andrea Mantegna
La tradición cristiana siempre
ha simbolizado con una manzana a este fruto del conocimiento prohibido
(esto quizá porque en latín la palabra
malus, que se pronunciaba distinto pero se escribía igual, significaba
tanto manzano como malo; o también porque los clérigos cristianos supiesen que la
manzana habría gozado de prestigio
religioso dentro del politeísmo, hecho que se demostraría observando que en la amplia
mayoría de las primitivas lenguas indoeuropeas la palabra manzana se designó por un nombre similar) de ahí que este fruto estuviera unido, en la
fantasía popular, a los temidos conocimientos de hechiceras y magos. Tanto es
así que uno de los poemas en los que Geoffrey se inspira para escribir su
Historia se llama, justamente, El Manzano. El escritor llega a afirmar en otra
obra de su autoría, Vita Merlini, que Merlín
se alimentaba de manzanas; aunque esto no debe confundirnos, recuérdese que
era un monje cristiano, nunca fue su intención revitalizar el paganismo, de
ninguna manera, lo que perseguía era cierta inmersión en el antiguo misticismo
de su pueblo, que, simplemente, brindara un motivo de orgullo y unión.
Y aún tenemos más, se trata de
una creencia de origen cristiano que se inspira en aquella antigua tradición
celta denominada Imramm, en la cual
el héroe se embarcaba para sortear
terribles peligros pues así se lo habían ordenado sus dioses. La
creencia que ahora analizamos es el viaje de San Brandán (Brandán el Navegante), siendo éste un monje cristiano irlandés que realiza un
viaje por mar, junto a 17 compañeros, en
el siglo VI, con el objetivo de encontrar el Paraíso Terrenal. El monje y su
viaje fueron reales, el relato que se hace de él es absolutamente fantástico.
Luego de pasar por varias islas preñadas de maravillas e incluso desembarcar
sobre el lomo de una ballena, llegan por fin
a una columna de cristal que se yergue sobre el océano, a la que
circunnavega durante tres días para luego alcanzar la costa de la isla que es
el Paraíso pero un hombre les aconseja no seguir adelante. Brandán regresa a su
tierra. Era el siglo XVIII cuando aún los navegantes intentaban encontrarla. La
iglesia católica lo considera el santo patrón de los marinos y celebra su día el
16 de mayo.
Ilustración que corresponde a un manuscrito del S. XV
Geoffrey contó también con las
afirmaciones de un geógrafo del siglo I,Pomponio Mela, quien habló de la isla de Sein frente a las costas de Bretaña, que habría albergado
un santuario curativo. De acuerdo a Pomponio allí vivían nueve hechiceras que
curaban enfermedades.
La isla de Sein existe, está a la entrada del canal de la Mancha y el
agua de mar que la rodea se caracteriza por su ferocidad.
Cave aquí comentar que Enrique II de Inglaterra, rey
normando, proponiéndose completar la estafa ideológica que ya se ha comentado
(declarar que los restos del heroico rey celta Arturo descansan en el
cementerio de la abadía de Glastonbury), contrata los servicios del historiador
Giraldo Cambresis (Gerarld of Wales) quien declara:
La que ahora
llaman Glastonia, los antiguos la denominaban isla de Ávalon. En realidad es
como una isla rodeada de pantanos, por lo cual se la denominaba en bretón Inis
Ávalon, es decir, isla abundante en
frutos. Pues el lugar era por entonces rico en frutos, que en lengua britona se
llama aval. *
Abadía de Glastonbury
Giraldo Cambresis (1146 – 1223),
quien cultivara una prosa culta en latín, fue un clérigo e historiador galés
sumamente respetado por su erudición. Además de sus escritos dedicó su vida a
la lucha por una iglesia galesa independiente, es decir que no estuviera bajo
las órdenes del arzobispo de Canterbury (Inglaterra). Amaba y supo describir
con suma agudeza los lugares y costumbres de su gente, pero fue un admirador de
los normandos a quienes consideró más “civilizados” que a los suyos, y aunque
sus relaciones con la corona no siempre fueron buenas, supo mantenerse fiel a
estos reyes. En las palabras que de él acabamos de tomar no caben dudas, se
trata de alguien instruido, alguien que apuesta a favor de una monarquía
normanda, un clérigo.
Se debe tener en cuenta además
que, donde luego se levantaría
Glastonbury, era el sitio sobre el cual los celtas festejaban
sagrados ritos anuales en honor al dios gaélico Beli, dios del inframundo. Dicha
festividad se denomina Beltayne (Bealthainn, en irish gaël, el fuego de Bel),
segunda celebración ritual de primavera que coincidía con la época de siembra y
pastoreo. Tiempo feliz que se celebraba encendiendo hogueras. Según las crónicas
atestiguan la fuerza de la tradición hizo que estas hogueras continuaran
encendiéndose hasta bien entrado el siglo XVIII.
*Mary
F Phelan “Arturo el legendario rey de Camelot”, Ed. Círculo latino, 2004
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Gracias por tu lectura