Druidas


Funciones

Consejero del rey, sacerdote, astrónomo,  médico, juez, mago, chamán,  estas eran las funciones que ejercían los druidas, quienes, según se concluye a través de la arqueología, habrían sumado a sus propios estudios los conocimientos de las culturas neolíticas que habitaron aquellas tierras. Los miembros de esta clase no estaban incluidos dentro del orden jerárquico de la sociedad: en caso de acefalía, es decir en caso de ausencia de la  autoridad tribal, ellos siempre conservaban la suya y esto resulta lógico si pensamos que su principal actividad era oficiar de “centro”, de “punto de encuentro o armonía”,  entre el mundo terrenal y el divino. Particularmente difícil misión considerando que en el politeísmo las fuerzas de los dioses pueden resultar tan cambiantes como las humanas.  Los druidas tenían un rito específico para cada actividad, lo que en el seno del pueblo se traducía en una “omnipresencia druídica” puesto que estos ritos eran los que establecían el ansiado puente hacia lo sobrenatural. Tenían su propia concepción tanto del origen del mundo como de su fin, el que preveían como un cataclismo provocado por  fuego y agua. Como jueces y legisladores marcaron pautas éticas que eran fielmente  respetadas ya que creían en la inmortalidad del alma.



Inmortalidad del alma

A este respecto (creencia en la inmortalidad del alma) es oportuno hacer algunas reflexiones.
El antiguo paganismo griego, luego romano, entendía al alma según los versos  homéricos: como una simple sombra que sobrevivía a la muerte. Esta creencia mayoritaria tuvo, desde luego, sus excepciones.  A modo de ejemplo podemos mencionar a los pitagóricos. Pitágoras (580 - 495 a C), fue un filósofo y matemático que vivió en el siglo VI a C y por lo que a nuestro tema respecta  destacaremos su creencia, y la de sus discípulos luego, en la reencarnación de las almas. 

Pïtágoras

Llegados los tiempos del comienzo del cristianismo y en la cosmopolita ciudad de Alejandría habitaba un grupo de gente culta que sentía añoranza por, según ellos suponían, una Época Dorada, una idílica y perfecta sociedad perdida. Esta añoranza los llevó a desear primero, y creer después, que en algún lugar apartado, “incontaminado” tal vez esa sociedad aún perdurara. Las por entonces remotas Islas Británicas, con sus enigmáticos druidas, entraron muy bien dentro del marco de aquel deseo.  Para mejor, puesto que esa inmortalidad del alma en la que creía el pueblo celta, aunque sin serlo, se parecía bastante a las teorías pitagóricas, se concluyó, primero, que los druidas habían sido discípulos del filósofo, para luego otorgar un mayor encanto a la idea declarando que fue Pitágoras el que había aprendido de los druidas. Si bien es cierto que se debía estudiar durante muchos años antes de alcanzar el honor de ser un druida (o una druidesa, ya que a la mujer también le estaban permitidos tales estudios) también lo es que nadie conoce a ciencia cierta qué estudiaban; ellos sólo confiaban en la enseñanza verbal y el poder romano los había declarado subversivos: los druidas realizaban sacrificios humanos, sacrificios que el imperio prohibía. Obligados a actuar en la clandestinidad, el misterio aceleró el proceso de glorificación del que ciertas élites intelectuales los habían hecho objeto.  Merlín, el gran profeta  -mago de la leyenda que nos disponemos a comentar- encarna mejor que nadie tal “gloria”. 

  Merlín (BBC) serie de televisión


Etimología, año druídico, sacralidad de los árboles, alfabeto, matanza histórica

La etimología de la palabra druida se discute: “dru – wida”, gran saber, los druidas eran entonces los muy sabios; otros lo traducen como conocedores o “sabios del roble”. De hecho el roble era su árbol sagrado. 


robledal

El muérdago, planta parásita hoy utilizada por buena parte del pueblo cristiano para adornar las fiestas navideñas y que sólo excepcionalmente se encuentra en los robles,   pasaba por ser el órgano sexual del árbol. Los druidas lo cortaban con una hoz de plata (otros dicen que de oro) operando así, simbólicamente, una castración. Al zumo de sus frutos, “semen” del muérdago, se le atribuían mágicas cualidades regenerativas. 




Luego de aquella “castración” se sacrificaban un par de toros y el pueblo se daba un festín. Dicha celebración coincidía con una de sus fiestas sagradas: Beltayne

Hogueras de Beltayne

El año druídico era lunar, constaba de 13 períodos de 28 días. Su alfabeto se denominaba Ogham. La explicación mística  para tal nombre, ya que de druidas estamos hablando, era que así se lo nombró en honor a Oghma,  dios de la oratoria y el buen entendimiento que lo habría inventado para luego legárselo a los druidas. Cada mes, con algunas subdivisiones, se relacionaba a un árbol y a cada árbol se le asignaba una letra. Lo cierto es que aún hoy, en Irlanda, cada letra se denomina con el nombre de un árbol que generalmente coincide con la antigua denominación. La tradición quiere que cuando un druida necesitaba enviarle un mensaje a otro lo hiciera con hojas de árbol ligadas por una cuerda. Cada árbol, y por consiguiente cada letra, estaba asignado a una deidad o grupo de deidades.

Se cree que del respeto religioso que los celtas tenían por los árboles llegaría hasta nosotros a través del “extraño”  hábito de “tocar madera sin patas” cuando esperamos protección hacia nuestra persona o aquellos a quienes amamos.

Escritas en este alfabeto sobreviven más de 400 inscripciones en las Islas Británicas, generalmente menciona nombres de personas y lugares, es decir que constituyen títulos de propiedad. Cuando se las encuentra sobre roca, alrededor de la misma, la lectura debe ser hecha de abajo hacia arriba y de izquierda a derecha. Cave aclarar que dichas inscripciones comienzan a “popularizarse” recién cuando el druidismo comienza a decaer.  



Existen varias hipótesis acerca de su invención. Algunos lingüistas afirman que el ogham existiría ya en el siglo V a C y luego habría sufrido (o enriquecido, según deseemos pensarlo) influencias del griego y del latín y que cuando Julio César llega a las Galias  los druidas se habrían comunicado en latín por temor a que su alfabeto sagrado llegara a manos profanas y enemigas.
Si bien Julio César habla de un archidruida que sería el jefe de todos, la flexible trama social de los celtas hace a los historiadores suponer que este “Gran Romano” habría llegado  una conclusión equivocada.
No cabe lugar a dudas sobre la importancia que a instancias de los druidas el pueblo celta asignó a sus árboles, lo que luego motivó la tala por parte de las autoridades latinas como objetivos militares primero  y de persecución religiosa después.
Como ejemplo de ambos citaremos a la isla de Mona (denominación romana) actual Anglesey. Mona era considerada un santuario (reducto para los romanos) druídico por sus robledales. En el año 60 el general Suetonio Paulino atacó a la isla, druidas y no druidas, mujeres y niños. No bastándole con esta matanza también quemó los árboles.

Isla Anglesey

Los druidas oficiaban sus ritos en bosques, cavernas o en los círculos megalíticos que hemos comentado. Se sabe que para la instrucción o noviciado los druidas contaban con modestos establecimientos denominados bangor, la cristiandad se apuró en hacer monasterios de ellos.

Conclusión

En las civilizaciones antiguas, esta suma que unía en un solo hombre al científico con el sacerdote, que además hacía las veces de hechicero, daba por resultado una figura que a los ojos del pueblo era tanto o más respetado que los reyes. A las funciones antes mencionadas habría que agregar una que, tal vez, haya significado la salvación de la cultura celta para la posteridad: entre los conocimientos que los druidas transmitían oralmente a sus aprendices o grupo de iniciados, incluían historia; luego los bardos, es decir los poetas, se encargarían de versificarla para su memorización.

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